jueves, 28 de abril de 2011

Anatomía de un romance

Me encanta esto de que me siga sin decirle yo nada. La maravilla que asoma a sus ojos.
Podría no hablarme nunca, estamos hechos para suspirar. Lo conocí para que viviéramos tumbados. Encajamos, él se lanza hacia delante, yo le rodeo. Su piel me habla, la mía le responde, siempre. Tiene manos de niño, aunque grande, y adoro sus dedos, y como me toca. Sólo sus dedos encuentran todos los caminos. ¿Cómo haces para saber lo que debes hacer, sin ayuda, sin palabras...? Tengo la impresión de que me oyes, me oyes verdad? Aunque ya no existan ni sean necesarias las señales, aunque dejemos de existir el uno para el otro y nos convirtamos en zeros que no suman. Que solo son capaces. Tengo la impresión de que te guío hasta en silencio...

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