domingo, 30 de diciembre de 2012

Balance


Enero empezaba prometiéndome reencuentros enlatados y viajes a ese, para muchas personas, desconocido país llamado Corazón. Anunciaba cambios y transiciones, buenaventura. Marchaba pues a la ciudad de la luz, París, para iluminarla; tan bella y gris. Volví cabeza abajo cual princesa caída de un cuento. No tardaron en invadirme los porqué’s de nuevo, y a temblarme las piernas, como siempre me faltaba valor para lo más importante; olvidar. Enero también me reconfortaba a días, ya no escribía pensando en aquella historia, ya no había historia, tras años, todo era ‘pasado’, menuda palabra; pasado. Nunca la entenderé, el pasado nunca acaba de pasar.  Llegaba mi cumpleaños, y yo no quería abandonar los 22, era mi número, berrinches de niña pequeña, quería patalear. Y volví a escapar. Una escapada no incluye la huída jamás de los jamases. La Cerdanya siempre trae paz, tan imperial y verde. Me reí de las casualidades, del frío y las flores. Ese había sido un buen regalo; perderse. Después me hice la valiente intentando escribir el título de los capítulos de una historia que no era la mía. El título de aquel primer capítulo era algo así como ‘Cuando el miedo se convirtió en amor’, pero el futuro me esperaba demasiado cerca para aquel entonces, y el capítulo dos se adelantó ‘Cuando el amor no era amor’. Dejé de escribir títulos. No importa, el amor siempre es a-m-o-r, tan amplio y torturable. Yo posaba mis ojos en los demás, y quería que alguien viera su reflejo en los míos. Y es que es cierto; hay miradas que guardan sal de tanto que curan. Aún así a veces me era difícil no atragantarme con esa sensación que me entra cuando no noto el corazón, y entonces vuelves a preguntarle al mundo si alguna vez él se ha quedado sin corazón. Quieres no hacer única y tuya esa sensación, quieres arrancarte el corazón y diseccionar los recuerdos.
Febrero, llegaba con ánimo, viajando al norte, que siempre me da (o me devuelve) aliento. Galicia tan bonita; llegar a casa y sentirte a ti misma. Febrero ahora parece eterno, o más bien, increíble, ha cambiado todo demasiado, podía haber vivido un febrero permanente sin modificar nada, prometiéndonos ser más fuertes que la propia fuerza de la gravedad. Las promesas no deberían existir. Yo tampoco tengo pegamento para pegarlas cuando se rompen. Intentamos darle color al invierno, pintar vulgarmente lo que nos viniera en gana, sonrisas y más sonrisas de brocha gorda. Fuimos a la nieve a levantarnos. Y hasta montamos un circo donde reinaba el surrealismo. Viajé a Valencia y la ciudad me cautivó.
Marzo, fuga mental y vuelta a Valencia, ese era el titular. Marzo quiso conquistarme con las Fallas y los acentos, y lo consiguió, muchos retratos que no salieron a la luz y magnetismos abandonados a su suerte. Siempre hay que guardarse la botella de vino en la solapa del abrigo. Caminé detrás de un hechizo desencantador. Me escribieron un bonito cuento de ratones y calabazas para apaciguarte el alma. Y me convencí de que el olvido es lo que más suelo recordar. Marzo era bonito porque se te veía feliz, y eso sí, era lo mejor de no verte. Ahora te veo y …
Abril anunciaba despedidas, sueños para los que duermen y no los que despiertos se aferran a la realidad. Valencia estaba bonita ebria de sidra. Nos extrañamos. Querría caminar por su noche sin pensar, lo haría ahora mismo. Abril fue un mes difícil, todos los años lo suele ser. Yo invito a que me lo roben. Sin embargo, me acordé de ti, de ti sin mí, y ya no dolía. Aparecieron los presentimientos.
Mayo desapareció del mapa y de la historia. Insufribles días. Tormentas y diluvios universales. La absurdidad de buscarle el significado a la palabra ‘siempre’. Las tardes cíclicas y los ombligos que cortan el paso a un nuevo día. Pronósticos de saltos mortales. Una capa de invisibilidad tarada. Un después que nunca llega; la maldita tableta de chocolate en lo alto del armario; lo inalcanzable de tu (mi) vida.
Junio nos llevó de excursión, las buenas acciones, el karma y mi colombiana favorita. Vuelcos y vuelcos esperando cambios. Abril y mayo en la garganta y los vómitos poéticos envueltos en la bilis más dulce. Sigue sin haber nada de extraño en todo lo que ocurre, sabéis aquello de que hay personas con las que intentar romper un vínculo es imposible y lo sabes desde el primer momento? Pues eso, desde el primer momento me di cuenta de que algo infinitamente perdido y distante seguiría uniéndome a ello. No quedo más remedio e invitar a que hiciera acto de presencia;  ¿Y si en lugar de queremos tanto probamos a queremos bien? Sigo dándole vueltas a esta cuestión.
Julio me hizo reaparecer en mitad del cuento después de haber caído por un agujero tiempo atrás. Cuentos de niños y columpios. Escapadas a Gerona para obviar lo innombrable. Desastroso verano de contradicciones a la par. Queríamos deshacer todo los nudos hechos con anterioridad, con toda la fuerza del pasado y de las ganas.
Agosto acabó por deshilar la cuerda, nadie estaba a salvo. Las playas pretendían robarnos el pensamiento y los deseos. Andalucía fue la excusa y el momento. La culminación, el viaje más esclavo y más sabio. Las lágrimas combatían el calor. Todo iba de querer, porque quien no quiere va a la deriva. Sigo pensando en aquello de que quien te ama existe desde siempre, desde antes incluso de conocerte. Creo firmemente en ello.
Septiembre anunciando cambios año tras año, vendía derrotas, y yo pagué un alto precio por la mía. De nuevo viaje al norte, donde todo puzle es posible de resolver. Galicia guardaba sorpresas, preguntas sin respuesta y abrazos eternos. Esta vez quieres crecer y dejar de lado a Peter Pan. Yo ya no espero en ningún andén. Pero es cierto, Galicia sanó mi alma en el, sin duda, peor momento del año. Volví sin ley pero conmigo. Siguen habiendo 8km cuesta abajo desde mi casa a la tuya.
Octubre me guardaba cuentas pendientes; fue un mes de conclusiones, de idas y venidas, de pensamientos ajenos, de espirales y polaridades. Suelo pecar de darle demasiadas vueltas a todo lo que para mí tiene un mínimo de importancia, y hay pocas cosas que no tengan importancia. Octubre fue un mes para pensar en septiembre y para abrirle las puertas a sus cambios, para aceptar que este ya no iba a ser ‘mi’ año, pero también para saber que nunca hay que poner un pronombre posesivo delante de esa palabra.
Noviembre me dejaba mareada tras tanta espiral, Madrid nos enamoraba con uno de los otoños más bonitos que he vivido y con su música. Descubría nuevas formas de sentir(me). Noviembre era una vez más melancolía pura, nostalgia de algo que aún no sucedió, sueños remotos existentes sólo como ida, como pensamiento, como nudo en el estómago, como futuro. Noviembre ha sido lluvia, de la que moja y cala. De la que te hace tiritar pero te devuelve a la vida.
Diciembre empezaba en miña terra galega, sólo para volver a coger aire y respirar. Para regresar, para reencontrarme en una playa hecha de inviernos y en poemas llenos de tachones. Diciembre ha sido intenso e impensable, han sido cabos por atar y un reloj de arena que se nos echaba encima. Han sido muchos domingos hechos jueves y canciones que medían quilómetros. Han sido disfraces de uno mismo. Ha sido el punto y final.