Que el cielo sale de la mirada
y no de lo que miras.
Caen los lunares desde tu hombro
a mi brazo, se escapan por mi piel, se esconden y saltan de un cuerpo a otro,
me hacen cosquillas. Van de mi vientre a tu espalda, de tus piernas a mis
caderas, de mi cara a tu antebrazo, de tus dedos a detrás de mi rodilla. Vuelos celestes entre nuestros cuerpos,
estrellas fugaces sin dirección ni rumbo, sin importar el modo ni el porqué.
Te muestro a Cassiopea, apareció
en mi muñeca. Tú descubres a Lyra en mi espalda y de repente Andrómeda se
esconde bajo mi pecho izquierdo. A ti en cambio se te escapa Perseo de un tobillo,
siempre supe que tenías algo de semidiós. Caminan mis dedos por tu cuerpo con
ansias de descubrir más, en tu espalda brillan tímidas Auriga y la cálida Osa
Menor. Y me dices que Orión lo formamos entre los dos.
Me he perdido y encontrado tantas
veces en ese cielo que podría recorrer todo tu cuerpo guiándome sólo por esas
diminutas y efímeras luces.
Recojo las pecas y los lunares que han quedado tendidos sobre la cama y los voy colocando con cuidado en tu piel, invento nuevas constelaciones, las nuestras, las de nuestro cielo. Y es que tienes, en la punta de la espalda, el cielo más bonito que he visto nunca.
3 comentarios:
Qué delicía lo que escribes. Estaré atenta a tu blog.
Gracias por tu visita:
nada de nadie,
sea ardiendo, apagándose,
o en cenizas.
Qué preciosidad. Mi último y único novio me prometió que examinaría y contaría todos los lunares de mi piel, pero la pasión no nos pilló nunca tan calmados como para eso :P
Me gusta un montón la ternura de tus palabras, lo enamorada que estás, las cosas que dices y cómo las dices. Te sigo.
Un beso :)
Olé. ¡Qué arte tienes!
Tienes el don de las palabras, del saber estelar y de los sentidos (al modo de Nietzsche).
¡Grandiosa poeta, te admiro!
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