Enero empezaba
prometiéndome reencuentros enlatados y viajes a ese, para muchas personas,
desconocido país llamado Corazón. Anunciaba cambios y transiciones,
buenaventura. Marchaba pues a la ciudad de la luz, París, para iluminarla; tan
bella y gris. Volví cabeza abajo cual princesa caída de un cuento. No tardaron
en invadirme los porqué’s de nuevo, y a temblarme las piernas, como siempre me
faltaba valor para lo más importante; olvidar. Enero también me reconfortaba a
días, ya no escribía pensando en aquella historia, ya no había historia, tras
años, todo era ‘pasado’, menuda palabra; pasado. Nunca la entenderé, el pasado
nunca acaba de pasar. Llegaba mi
cumpleaños, y yo no quería abandonar los 22, era mi número, berrinches de niña
pequeña, quería patalear. Y volví a escapar. Una escapada no incluye la huída
jamás de los jamases. La Cerdanya siempre trae paz, tan imperial y verde. Me
reí de las casualidades, del frío y las flores. Ese había sido un buen regalo;
perderse. Después me hice la valiente intentando escribir el título de los
capítulos de una historia que no era la mía. El título de aquel primer capítulo
era algo así como ‘Cuando el miedo se convirtió en amor’, pero el futuro me
esperaba demasiado cerca para aquel entonces, y el capítulo dos se adelantó ‘Cuando
el amor no era amor’. Dejé de escribir títulos. No importa, el amor siempre es
a-m-o-r, tan amplio y torturable. Yo posaba mis ojos en los demás, y quería que
alguien viera su reflejo en los míos. Y es que es cierto; hay miradas que
guardan sal de tanto que curan. Aún así a veces me era difícil no atragantarme
con esa sensación que me entra cuando no noto el corazón, y entonces vuelves a
preguntarle al mundo si alguna vez él se ha quedado sin corazón. Quieres no
hacer única y tuya esa sensación, quieres arrancarte el corazón y diseccionar
los recuerdos.
Febrero, llegaba con ánimo,
viajando al norte, que siempre me da (o me devuelve) aliento. Galicia tan
bonita; llegar a casa y sentirte a ti misma. Febrero ahora parece eterno, o más
bien, increíble, ha cambiado todo demasiado, podía haber vivido un febrero permanente
sin modificar nada, prometiéndonos ser más fuertes que la propia fuerza de la gravedad.
Las promesas no deberían existir. Yo tampoco tengo pegamento para pegarlas
cuando se rompen. Intentamos darle color al invierno, pintar vulgarmente lo que
nos viniera en gana, sonrisas y más sonrisas de brocha gorda. Fuimos a la nieve
a levantarnos. Y hasta montamos un circo donde reinaba el surrealismo. Viajé a
Valencia y la ciudad me cautivó.
Marzo, fuga mental y
vuelta a Valencia, ese era el titular. Marzo quiso conquistarme con las Fallas
y los acentos, y lo consiguió, muchos retratos que no salieron a la luz y
magnetismos abandonados a su suerte. Siempre
hay que guardarse la botella de vino en la solapa del abrigo. Caminé detrás
de un hechizo desencantador. Me escribieron un bonito cuento de ratones y
calabazas para apaciguarte el alma. Y me convencí de que el olvido es lo que
más suelo recordar. Marzo era bonito porque se te veía feliz, y eso sí, era lo
mejor de no verte. Ahora te veo y …
Abril anunciaba
despedidas, sueños para los que duermen y no los que despiertos se aferran a la
realidad. Valencia estaba bonita ebria de sidra. Nos extrañamos. Querría caminar
por su noche sin pensar, lo haría ahora mismo. Abril fue un mes difícil, todos
los años lo suele ser. Yo invito a que me lo roben. Sin embargo, me acordé de
ti, de ti sin mí, y ya no dolía. Aparecieron los presentimientos.
Mayo desapareció del mapa
y de la historia. Insufribles días. Tormentas y diluvios universales. La
absurdidad de buscarle el significado a la palabra ‘siempre’. Las tardes
cíclicas y los ombligos que cortan el paso a un nuevo día. Pronósticos de
saltos mortales. Una capa de invisibilidad tarada. Un después que nunca llega;
la maldita tableta de chocolate en lo alto del armario; lo inalcanzable de tu (mi)
vida.
Junio nos llevó de
excursión, las buenas acciones, el karma y mi colombiana favorita. Vuelcos y
vuelcos esperando cambios. Abril y mayo en la garganta y los vómitos poéticos
envueltos en la bilis más dulce. Sigue sin haber nada de extraño en todo lo que
ocurre, sabéis aquello de que hay personas con las que intentar romper un vínculo
es imposible y lo sabes desde el primer momento? Pues eso, desde el primer
momento me di cuenta de que algo infinitamente perdido y distante seguiría
uniéndome a ello. No quedo más remedio e invitar a que hiciera acto de
presencia; ¿Y si en lugar de queremos
tanto probamos a queremos bien? Sigo dándole vueltas a esta cuestión.
Julio me hizo reaparecer
en mitad del cuento después de haber caído por un agujero tiempo atrás. Cuentos
de niños y columpios. Escapadas a Gerona para obviar lo innombrable. Desastroso
verano de contradicciones a la par. Queríamos deshacer todo los nudos hechos
con anterioridad, con toda la fuerza del pasado y de las ganas.
Agosto acabó por deshilar
la cuerda, nadie estaba a salvo. Las playas pretendían robarnos el pensamiento
y los deseos. Andalucía fue la excusa y el momento. La culminación, el viaje
más esclavo y más sabio. Las lágrimas combatían el calor. Todo iba de querer,
porque quien no quiere va a la deriva. Sigo pensando en aquello de que quien te ama existe desde siempre, desde
antes incluso de conocerte. Creo firmemente en ello.
Septiembre anunciando cambios
año tras año, vendía derrotas, y yo pagué un alto precio por la mía. De nuevo
viaje al norte, donde todo puzle es posible de resolver. Galicia guardaba sorpresas,
preguntas sin respuesta y abrazos eternos. Esta vez quieres crecer y dejar de
lado a Peter Pan. Yo ya no espero en ningún andén. Pero es cierto, Galicia sanó
mi alma en el, sin duda, peor momento del año. Volví sin ley pero conmigo.
Siguen habiendo 8km cuesta abajo desde mi casa a la tuya.
Octubre me guardaba
cuentas pendientes; fue un mes de conclusiones, de idas y venidas, de
pensamientos ajenos, de espirales y polaridades. Suelo pecar de darle
demasiadas vueltas a todo lo que para mí tiene un mínimo de importancia, y hay
pocas cosas que no tengan importancia. Octubre fue un mes para pensar en
septiembre y para abrirle las puertas a sus cambios, para aceptar que este ya
no iba a ser ‘mi’ año, pero también para saber que nunca hay que poner un
pronombre posesivo delante de esa palabra.
Noviembre me dejaba
mareada tras tanta espiral, Madrid nos enamoraba con uno de los otoños más
bonitos que he vivido y con su música. Descubría nuevas formas de sentir(me).
Noviembre era una vez más melancolía pura, nostalgia de algo que aún no
sucedió, sueños remotos existentes sólo como ida, como pensamiento, como nudo
en el estómago, como futuro. Noviembre ha sido lluvia, de la que moja y cala.
De la que te hace tiritar pero te devuelve a la vida.
Diciembre empezaba en miña
terra galega, sólo para volver a coger aire y respirar. Para regresar, para
reencontrarme en una playa hecha de inviernos y en poemas llenos de tachones.
Diciembre ha sido intenso e impensable, han sido cabos por atar y un reloj de arena
que se nos echaba encima. Han sido muchos domingos hechos jueves y canciones
que medían quilómetros. Han sido disfraces de uno mismo. Ha sido el punto y
final.
1 comentario:
"y entonces vuelves a preguntarle al mundo si alguna vez él se ha quedado sin corazón"
me quede enfrascada en esa frase :)
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