sábado, 31 de diciembre de 2011

Enero empezó en la montaña, bañada en el verde de mis ojos y de lo que en ellos se reflejaba. Sintiéndome en casa. Empezó con días de sol, bailando con las nubes en los picos más altos, disfrutando del frío en la playa. En las preciosas playas del norte. De la mano de una peliroja de sonrisa infinita. Terquerías. Sorpresas enlatadas. Y un viaje a Salamanca; la preciosa plaza mayor. Reencuentros extranjeros con acento gallego. Y la risa más pícara que jamás escuché. Golosinas. Galopando con Seika por los montes de Chenlo. Celebrando mi cumpleaños y cosiéndome al 22. Empezó con unas manos pequeñas sujetándome.

Febrero trajo visitas catalanas y días azules, paseos por los cabos y amaneceres de en sueño. Nos cargamos de esperanza, desesperación y risas con la persona más despistada que jamás he conocido, si tú. Nos perdíamos por Compostela de autobús en autobús, perdiendo minutos y sumando sueños. Ari se encargaba de jugar a los cuentos y a las princesas conmigo. Y hacíamos de sirenas en la bañera. Adoraba el viaje en tren de Santiago a Vigo. Llegó Roma a Chenlo, y los paseos fueron eternos encima de ella. Organizamos la fiesta de la paz Y Lu vendía entradas mientras sugería tocarles lo que quisieran a los que con ella se cruzaban. Gané horas en el balcón de los sueños. Fue la última vez que pisé el 2000. Nos escapamos a Ou a buscar mimosas, antojo de la niña. Y encontramos mil reflejos, pero ninguno nuestro. Volvimos a la playa con los dedos helados y la piel más blanca, nos llevamos todo el salitre en los ojos. Y Biel se hartó de hacer fajitas.

Marzo nos devolvió al mediterráneo y sobrevolamos azoteas. Vimos amanecer como habíamos prometido. Y jugamos con el bao. Llegaron los reencuentros en Canet y en Vic. Compostela seguía preciosa. Las excursiones con Biel cogieron ritmo, las playas en Noia, las salidas a la montaña, los paseos por la zona vieja, las bufandas y las flores. Qué bonitos son los atardeceres en el norte, verdad? Las cervezas sin motivos, los brindis por todo y por nada. El incendio de nuestro edificio. Loi, la voz de Lu, cómo echo de menos que me cantes.. El carnaval, los pingüinos, Tomiño, la Arribada, la lluvia, el FIV, los encuentros mágicos, los kilómetros que se restan. Los faros de nuestra historia. El PDC. El vino tinto.

Abril nos llevo a Noia de nuevo, a meternos en el Atlántico con ropa, a volar, a recoger conchas, a escaparnos. Vino cargado de caballos y de carreras. Loi vino a Porriño. Y llegó el primer día de playa, con la pequeña Inés también. Empezaron las clases de fotografía. Las estrellas por todas partes. Y los aullidos fueron la mejor melodía. Abril me llevó de nuevo a mi Barcelona, y jugamos a hacer pompas de jabón gigantes. Llegaron los calçots. Y los reencuentros con Ca l’Espargato. Mimos croquetiles también hubo. Y la playa de los amaneceres regresó.

Mayo, nos trajo los Curros, y las horas de camino a caballo. Llegaron los helados y los días de playa rodeada de niñas. Tiempo para la magia y para trasladar una cama al medio del bosque, el bosque más encantado que jamás encontré. En Compostela, nos acercábamos todos más, y todo era más duro pero con muchas más sonrisas a la vez. Llegó el Santiautor, y con él, el primer concierto de Marwan. Construimos palacios sobre ruinas, y jugamos a ser indios. Me perdí entre flores, mariposas y atardeceres.

Junio me llevó de nuevo a Barcelona, me diplomé y comí pastel. De nuevo los reencuentros, siempre mayores, siempre mejor. El olor a flores. El buen tiempo. Ca l’Espargato y su magia. Un tiempo eterno. Compostela a la espera, allí nos atrapaba la noche, las calles de la zona vieja, la música en nuestra espalda y la fiesta en la rúa. Los pinchos. Biel y las palomitas. Las excursiones. La pulpería de Noia de nuevo. Las tardes en el río. Los chupitos de tequila. Los días en el parque y los columpios. La magia de San Juan. Un pequeño corazón que latía y se hacía cada vez más grande con el nombre de Joe Stark; jugaba a ser pirata.

Julio vino cosido a demasiadas despedidas, incertidumbre y demasiadas contradicciones. Dejamos Compostela. Llega África, la yegua más buena y más linda. Visitamos ferias medievales, bebemos vino y nos vamos a las termas. Decidimos ser monitores. Aparecemos en Oia, qué gran experiencia!. Dormir más de veinte días acampados y con mil aventuras diferentes a la espera. Las caricias de los toxos y las piscinas de los ajenos. Nunca vi tantas estrellas juntas. Nació Nayara, adorable.

Agosto empieza en Arcade, con miles de tardes en Cesantes, y muchas aventuras también. Demasiados corazones, muchomucho amor. Playas, conciertos, museos, excursiones, zoo, pinturas, juegos, bomberos. Redescubrimos Pontevedra. Grandes amistades. Volvemos a posar la mirada en los horizontes, a filosofar y no dejar de preguntarnos. Tomamos helado y nos perdemos dentro de los túneles. Paseos por la playa, y muchos atardeceres. Nos vamos a las Ons.

Septiembre nos despeinó. Llegaron Pol y Ona, con su aire mediterráneo y sus ganas. Intensos días. Volver a Santiago, fue más que especial. La casualidad que estábamos esperando. Un mes de cambios, de contradicciones y precipicios.

Octubre fue el mes de la culminación, de la caída, de la huida, del ‘no hay después’. Pocos lo apreciaron. Fuimos al parque de bolas, e intentamos volver a ser niños. Me despedí de los atardeceres también. Y nos fuimos a buscar piratas y sirenas a la ría de Pontevedra. Ahora las rosas me recuerdan a ti, como tantas otras cosas. Me voy.

Noviembre, ‘despiertas en otra cama distinta’. Nada quema más que el fuego cuando se acaba de apagar. Volvemos a Barcelona con demasiadas expectativas y miedos en la cabeza. Demasiada inconsciencia. No resulta. Funciona. Soy yo? Son ellos? Gràcies a vosaltres per fer més del que us penseu. Me encuentro, lo acepto. Se evitó la catástrofe más inmediata, y pude coger aire en un lugar distinto, del que siempre quise huir. Hubo cupcakes, excursiones al bosque, encuentros en Barcelona, i uns boletaires gens perduts. Viernes y juegos. Laberintos y un Teseo sin ovillo. Marwan y Andrés Suárez de Banda sonora. ¿Cómo iba a ir mal?

Dieciembre nos puso la miel en los labios, las ganas de todo. El frío en Vic, y las caras distintas. La ciudad del viento. Barcelona llena de luces. Delafé. Trabajo. Churros y una iaia única. Excursiones a la montaña que aumentan la morriña. Miles de hojas secas y muchas volteretas. Sigo echando de menos, pero este año es distinto.


Llega el día 31 y por una vez, no me repito una y otra vez la misma frase..

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