jueves, 19 de febrero de 2009

Todas las promesas y el punto sobre la i.

Te miro y tiemblo. Tengo ganas de besarte. Despacio. De abrazarte. Lento. Fuerte. Dejo de temblar y no puedo parar de mirarte. Ya sabes lo mucho que me gusta verme en tus ojos. Andar sobre una espiral sin llegar a tropezar siempre se me dio bien. Y robar botones también. Todo cobra un aire triste.
Quiero dormir una larga siesta y así al levantarme estaré más guapa. Ya sé el secreto de Amelie. El misterio del fotomatón es precioso. Ahora sólo nadan. Se han empapado. Pero no dejan de flotar..
Ya sé que cualquiera podría ser él. Me di cuenta cuando lo conocí. Al principio pensaba que no, era tan único, pero me caló demasiado hondo, y después de algún que otro desengaño, he de vivir pensando que el amor no acaba ahí. Y que cualquiera puede ser él. Cualquiera.
El número siete no estaba equivocado. No, no. Las caricias de papel se fueron ensortijando entre las sábanas. Revueltas, como a mí me gustan. Los besos dejaron de ser a escondidas. Y en aquel momento dejé de llevar reloj, ¿para qué? Yo quería perderme en el tiempo. Él no me importaba. Y se me escapaba y resbalaba entre las manos.
Aún así los esfuerzos suelen ser inútiles cuando pretendes huir de la casualidad. Ya, ya. Hay que saber verla.
A mi, los tequieros me sonaban cada vez más fuerte que la propia respiración. Nos quedamos inmóviles, y me volví a ver en tus ojos. Supe entonces que te tenía que regalar algo, una noche de estrellas, un paseo a caballo, una mañana al barro, un charco, un botón, un suspiro.
Ahí empezamos a rodar nuestra película.
Los terremotos y huracanes nos seguían a cada paso. Veloz. Nos barrían el corazón y no alborotaban todo. Recorrieron los bancos del parque, la luz del valle y los países desarrollados.
Yo me perdí entre el viento y tu cuello. Retorcía las leyes infranqueables de la suma jugando con números imaginarios. 3 abrazos y medio. Siempre impares.

Tu siempre has sido blanco y negro. Yo en cambio, era gris. Tus camisetas.. fotogramas. Crecías entre luz artificial y mejillas sonrojadas. Tenías los labios rojizos.. pero eras blanco y negro. No tenías pestañas de colores, ni peces con escamas, no tenías nada. Sólo blanco de vacío y negro de soledad. Maldito capullo. Yo sólo era un ambiguo gris (en las pupilas), un abrazo partido, un beso perdido en un sobre nuclear, escrito con boli negro. El blanco ha expulsado todo lo que pensé (antes de ayer). Ahora, quieto, sigues siendo blanco y negro. Maldito. Y sabes lo peor? Seguimos viviendo los dos en una antigua película de amor, en una escultura de pop art, en un código de barras, y en los besos con sabor a sugus. Por quererme afónico.
Los dos. Uno y dos. Sin gama cromática, sin efectos ópticos, sin luz alguna. Perdidos. Como un cristal roto. Vamos, te llevo a un viaje sideral. Sólo hace falta imaginación. Solías decir burradas que hacían que nos sintiéramos grandes.
También solías temer los efectos secundarios de mis atracones de poesía. Quién lo diría.Siempre blanco y después negro, cúmulos, pinturas de todo tipo, plastidecors y pupilas. Nieve nueva, intacta, copos en forma de espiral. Estrella de la muerte. Y decíamos que el cielo de día era blanco y de noche negro. ¿Por qué siempre te comías el chocolate blanco? Normal que ahora no me guste.

Tristeza rota, plomizida, lluvia constante, ajetreada, en medio de la ciudad condal. Y pelearnos con todos los madroños y los relojes. Sentimientos cóncavos o convexos. Depende del vértice en el que te sitúes. Querido.
Regálame piruletas para merendar, sugus, caramelos de reyes pero que no sean de coco.
Báñame en purpurina, en azul celeste.
Tómate un batido de vainilla. A mi no me gusta. Y sigo escribiéndote cartas, si, como siempre, las que nunca te doy. Tengo ganas de llover. Estas tan lejos. Para el tiempo y la distancias, me hacías canciones que hablaban de viajes, de lugares, de historias y de manos (las nuestras). Pero ahora tu corazón, rojo, pero no tan grande como el de Otto, está aún más lejos. Qué lástima. Incapaz.
Echo de menos los lunares que tienes en el cuello. Y tus labios gruesos. Las manos grandes. Tengo cada parte de ti en un pliegue de la lengua. Nuestra banda sonora son demasiadas canciones. Yo recuerdo aquellas de las películas mudas. Eras tan cómico. Tócame el piano. Hombre de campo.

Sabes? Hemos terminado nadando nosotros también. Y es tan precioso empaparse y sentirse así como el misterio del fotomatón de Amelie.

Vuelvo a temblar. Echo de menos esas palabras que eran burbujas que acariciaban.. Quieta. Temblando. No tengas miedo a amar demasiado, nunca se ama suficiente, yo lo tengo asumido. Dudas constantemente sin motivo alguno y vas a empezar a temblar tu también. Pero luego me abrazas (me abrazas siempre) y ya no puedo temblar más.

Ya se sabe, eres como de helio, cosmología, esencia.. Eres compás y cartabón.

1 comentario:

Favio dijo...

te recuerdo y sé que todo se derrumba, que el futuro se nubla y el pasado cobra fuerza, que eres impares y somos una simple cábala a prueba de tontos..

me encantó :)